martes, 12 de agosto de 2014

La dificultad para lograr un embarazo

Muchas veces resulta tan sencillo como olvidar de cuidarse, pero otras veces, para lograr un embarazo se requiere algo más que suerte. Después de un pequeño recorrido interior y de algunas historias de referencia, creo que conocernos en profundidad es la clave para comprender por qué en algunas circunstancias sucede con sencillez y otras veces no llega.

Cuando nos emparejamos con Ignacio, fue idea mía esperar dos años para buscar un bebé. Pensaba que era necesario un tiempo para la pareja antes de que un nuevo integrante nos cambie la vida (hoy sigo pensando lo mismo). Luego de esos dos años empezamos a buscar. La realidad es que al dejar las pastillas, mi cuerpo nunca se acomodó y no podía ovular. Después de seis meses y de algunos intentos de ovulaciones provocadas por pastillas, comenzamos con las visitas ginecológicas. Al año, sin ninguna novedad, continuamos con los estudios pertinentes. En mi cuerpo y en su cuerpo. Nada aparecía, pero un embarazo tampoco. 

Las hormonas sintéticas en el cuerpo femenino  son nefastas. Y con cada menstruación, la angustia del embarazo no logrado y la hinchazón de hormonas sintéticas eran tremendas para mí. Lloraba, me fastidiaba, me enojaba con todo!. La vida de una pareja que busca un bebé y no llega se empieza a transformar. Se confunden los deseos, nos alejamos de la alegría, empezamos a mirar feo los embarazos que nos rodean y vemos panzas y bebés por doquier que no nos pertenecen. La decepción se cuela en la vida cotidiana y así fue que llegamos a una especialista en fertilidad recomendada y empezamos con los estudios menos invasivos por aquí y por allá, para concluir que ni él ni yo teníamos nada físico que nos impidiera concebir….peeerooo, para intentar una inseminación mínimamente invasiva (esto significa por un lado estimular la ovulación con inyecciones y luego llevar el semen seleccionado en un frasquito para que la ginecóloga lo coloque en el cuello del útero), sería necesario realizar una “histerosalpingografía”. Este estudio de nombre raro y largo fue tannnn invasivo y doloroso que hizo parecer, por el espasmo de dolor, que tenía una trompa cerrada, derivando así en una laparoscopía exploratoria (cirugía) que necesitó de anestesia general, para determinar que todo mi cuerpo estaba en condiciones de concebir. 

Terrible! Sí, sí, muy terrible. Entonces un día, post estimulación ovárica, me dirigí con mi frasquito preciado a un consultorio y en una camillita, la ginecóloga me colocó el semen que llevaría el espermatozoide ganador en el cuello de mi útero. 15 días después, el tercer Evatest tímidamente mostraría doble rayita y un estudio de sangre confirmaría que estaba embarazada. De Luna.

Por supuesto que un embarazo que no fue llegó dos años después del nacimiento de Luna sin ningún problema y un año más tarde el tercer embarazo (de un día que nos equivocamos las cuentas) se convirtió en Vicente.

Pero que fue lo que sucedió en aquel momento? Sucedió que el deseo no se comunica directamente con el ser esencial cuando estamos tratando y tratando de responder a otros requerimientos. Cuando nuestra mente está ocupada en otro lugar. Cuando aún no hay espacio para el deseo de un tercer ser en cuestión. Cuando el “hacer” es mucho más fuerte que el “sentir”.
Hacer un recorrido y un viaje a nuestro interior nos da información. A veces no es fácil, otras no estamos preparados. Pero la búsqueda de un bebé cuando aún no nos buscamos a nosotros mismos puede ser muy ardua y dificultosa. No siempre es así, pero esta fue mi experiencia.

Luna besando a Vicente a través de la panza

Luna en comunicación con Vicente a través de la panza



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