Muchas veces resulta tan sencillo como olvidar de cuidarse,
pero otras veces, para lograr un embarazo se requiere algo más que suerte.
Después de un pequeño recorrido interior y de algunas historias de referencia, creo
que conocernos en profundidad es la clave para comprender por qué en algunas
circunstancias sucede con sencillez y otras veces no llega.
Cuando nos emparejamos con Ignacio, fue idea mía esperar dos
años para buscar un bebé. Pensaba que era necesario un tiempo para la pareja
antes de que un nuevo integrante nos cambie la vida (hoy sigo pensando lo
mismo). Luego de esos dos años empezamos a buscar. La realidad es que al dejar
las pastillas, mi cuerpo nunca se acomodó y no podía ovular. Después de seis meses
y de algunos intentos de ovulaciones provocadas por pastillas, comenzamos con
las visitas ginecológicas. Al año, sin ninguna novedad, continuamos con los
estudios pertinentes. En mi cuerpo y en su cuerpo. Nada aparecía, pero un
embarazo tampoco.
Las hormonas sintéticas en el cuerpo femenino son nefastas. Y con cada
menstruación, la angustia del embarazo no logrado y la hinchazón de hormonas
sintéticas eran tremendas para mí. Lloraba, me fastidiaba, me enojaba con todo!.
La vida de una pareja que busca un bebé y no llega se empieza a transformar. Se
confunden los deseos, nos alejamos de la alegría, empezamos a mirar feo los
embarazos que nos rodean y vemos panzas y bebés por doquier que no nos
pertenecen. La decepción se cuela en la vida cotidiana y así fue que llegamos a
una especialista en fertilidad recomendada y empezamos con los estudios menos
invasivos por aquí y por allá, para concluir que ni él ni yo teníamos nada
físico que nos impidiera concebir….peeerooo, para intentar una inseminación
mínimamente invasiva (esto significa por un lado estimular la ovulación con
inyecciones y luego llevar el semen seleccionado en un frasquito para que la
ginecóloga lo coloque en el cuello del útero), sería necesario realizar una
“histerosalpingografía”. Este estudio de nombre raro y largo fue tannnn
invasivo y doloroso que hizo parecer, por el espasmo de dolor, que tenía una
trompa cerrada, derivando así en una laparoscopía exploratoria (cirugía) que
necesitó de anestesia general, para determinar que todo mi cuerpo estaba en condiciones
de concebir.
Terrible! Sí, sí, muy terrible. Entonces un día, post estimulación
ovárica, me dirigí con mi frasquito preciado a un consultorio y en una
camillita, la ginecóloga me colocó el semen que llevaría el espermatozoide
ganador en el cuello de mi útero. 15 días después, el tercer Evatest
tímidamente mostraría doble rayita y un estudio de sangre confirmaría que
estaba embarazada. De Luna.
Por supuesto que un embarazo que no fue llegó dos años
después del nacimiento de Luna sin ningún problema y un año más tarde el tercer
embarazo (de un día que nos equivocamos las cuentas) se convirtió en Vicente.
Pero que fue lo que sucedió en aquel momento? Sucedió que el
deseo no se comunica directamente con el ser esencial cuando estamos tratando y
tratando de responder a otros requerimientos. Cuando nuestra mente está ocupada
en otro lugar. Cuando aún no hay espacio para el deseo de un tercer ser en
cuestión. Cuando el “hacer” es mucho más fuerte que el “sentir”.
Hacer un recorrido y un viaje a nuestro interior nos da
información. A veces no es fácil, otras no estamos preparados. Pero la búsqueda
de un bebé cuando aún no nos buscamos a nosotros mismos puede ser muy ardua y
dificultosa. No siempre es así, pero esta fue mi experiencia.
Luna besando a Vicente a través de la panza
Luna en comunicación con Vicente a través de la panza
No hay comentarios:
Publicar un comentario