Hace unas semanas, me hicieron una entrevista para una tesis que está
preparando una estudiante de Ciencias de la Comunicación en relación con Parto en
institución vs. Parto en casa. Por supuesto que recorrí con ella nuevamente mis
experiencias y me cuestioné una y otra vez algunos puntos. Una de las preguntas
era acerca si me sentía segura, acompañada, sostenida con el equipo que había
estado conmigo en ambos casos. Y tuve que pensar un rato y de nuevo me doy
cuenta cuánto he cambiado yo.
En mi parto en la Institución, en ese momento, pensaba que
todo lo me dijeran que tenía que hacer era incuestionable y que el poder estaba
en esos médicos, parteras, enfermeros, anestesistas que me presentaban en ese
momento, a punto de parir. A ver, la partera la vi una vez en una charla que
dio en los cursos convencionales de preparto. Sabía mi nombre porque se lo
repetí por teléfono cuando acordamos encontrarnos en la clínica. A las
enfermeras que me decían “mamita” nunca las había visto en mi vida, al
anestesiólogo me lo presentaron cuando estaba cubierta por la bata ridícula que
te dan y tratando de no moverme cuando me ponía la anestesia. Y el obstetra,
ese señor que me controló peso, presión y exámenes una vez por mes y que me
dedicaba 15 minutos, lo vi cuando Luna estaba coronando. Por supuesto que no me
sentí acompañada, sostenida. De hecho, después de parir quedé toda envueltita
en una camilla en un pasillo hasta que llegó Ignacio con Luna bebé. Tal vez
haya sentido un poco de seguridad porque estaba rodeada de gente que se suponía
sabía más que yo. Ay ay ay…(agradezco esta experiencia porque me llevó a la
otra, pero recordarla duele a veces).
Con el equipo que elegí para parir respetando mis tiempos
(y no digo en casa porque no fue pensado así desde un primer momento), los
encuentros eran diferentes. Con el médico obstetra que fue Carlos Burgo, las
consultas duraban hora y media. Y no eran acerca del embarazo solamente,
también hablábamos de mi vida, de quién era, de mis miedos, de mis
expectativas, de mis deseos. Con Alejandra Mazzeo, la partera, fue igual.
Encuentros donde hablábamos de todo un poco. Pero yo sentí que ella me entendía
y más el día del trabajo de parto y del nacimiento, donde respetó cada tiempo y
movimiento. Sin intervenciones innecesarias. En silencio. Resguardando la
intimidad. Carlos Burgo ni apareció, estuvo ahí en el living y se asomó a sacar
las fotos que registraron maravilloso momento.
Mi marido también fue mi sostén en ambos casos, pero los dos
para la segunda experiencia habíamos crecido. Con Luna Ignacio acompañó mis
deseos y también un poco temeroso y sin información seguía las indicaciones. En
el recorrido que hicimos con Vicente, su acompañamiento fue más allá. Siempre
supe que en su silencio, él quería que tuviera ese parto. Entonces en casa
colaboró y acompañó muy activamente con otras cuestiones (poner musiquita,
ubicar a Luna con niñera, bajar la luz) pero sin intervenir en mí proceso.
Y luego hay un sostén más general, que tiene que ver con el
entorno, que CREE o NO CREE que uno puede parir en libertad, y proyecta sus
propios miedos. Por eso creo que a los de afuera, que nos quieren mucho,
debemos escucharlos a medias, y no darles todaaaa la información de todo.
Históricamente, las mujeres parían acompañadas de otras
mujeres, o de sus madres. Así de simple y fácil. Hoy nuestra sociedad es
diferente y constituimos diferentes sostenes. Existen las doulas que podrían
ocupar este lugar. El problema es que en los equipos médicos convencionales, no
permiten el ingreso de alguien que no sea familiar y hasta suele resultarles
ridículo. Igual recomiendo no bajar los brazos y trazar el camino que mejor le
cierre a cada una.
Si es el compañer@, si es la parter@, si es la doula, la
madre o quién sea. Pero es importantísimo armarse una red de sostén que
acompañe el proceso con amor.
Quién te acompañó a vos? Cómo te sentiste?
Con Ignacio y Luna
Con Carlos, Alejandra, Ignacio y Vicente
Caro! Hermoso post!
ResponderEliminarYo también tuve un parto en institución y uno en casa, ambos con Sandra, ambos con Nacho. El de institución además con Tito y enfermeras. El de casa.....ay! qué belleza: León en su habitación, mi hermana Momo...y también el sostén de saberme en intimidad, de sentirme respetada, resguardada, esperada, poderosa, vulnerable, mamífera, humana.
Qué mejor sostén que conocerse, que confiar en nuestro cuerpo, en nuestro bebé, en quienes cuidadosamente elegimos para que nos acompañen, en todo nuestro camino, en toda nuestra preparación, en la vida que quiere manifestarse una vez más.