lunes, 7 de abril de 2014

6 años de maternidad

Luna cumplió 6 años. Sí, seis. La semana pasada. Hace 6 años empezaba un recorrido, un nuevo mundo, otras responsabilidades y una increíble oportunidad: empezar a conocer realmente quién soy.

Podés leer mucho acerca de ser mamá, te pueden contar historias, podés recordar haber cuidado un hermanito, podés tener horas y horas de jugar a la mamá con una muñeca, pero la “realidad” supera todo y es única e incomparable.

Todo será nuevo, dejará un surco, desde el pasaje a través de nuestra vagina o vientre hasta todo lo que suceda después. Pero no sólo el surco físico, también emocional.

Antes de nacer Luna recuerdo haber leído “La maternidad y el encuentro con la propia sombra” de Laura Gutman (1). Y subrayaba algunas partes que me parecían que iban conmigo y no lograba entender del todo cuál era la sombra que tanto nombraba. Me agarraba de las cosas que me gustaban: la lactancia, el sentirme mamífera, el bebé a upa todo el tiempo, pero seguía sin hacerme eco de lo que planteaba realmente, más profundo y más allá de esos detalles, de esa niña interior solitaria aflorando con cada llanto de nuestro bebé.
Luna llegó a casa de papás primerizos inexpertos que escuchaban mucho las otras voces y a veces le hacían mucho caso también (“qué duerma fuera de la habitación a los 40 días”, “que tome cada tres horas” – por suerte iba a las reuniones de La liga de la leche (2) y lo refutaba e eso, pero un tiempo lo creía. “de una teta y luego de la otra”, y así miles). Recién empezaban a hacerme ruidos algunos mandatos pero no lo sentía en profundidad. Mucha teta, mucho upa pero Luna no paraba de llorar y ahí yo colapsaba y lloraba más fuerte y le reclamaba al papá más presencia y él, cómo podía, trataba de ayudar un poco. Sin tribu cerca, con mucha soledad a cuestas, iba atravesando los primeros meses. Con dolor, con insatisfacción, creyendo que nunca recuperaría mi vida pasada. Y en algún punto es real, la vida con hijos no se parecerá jamás a la anterior. Va a tener un montón de nuevos condimentos, pero no volverá a ser como antes. Y en ese pasaje de cambios, podemos aprovechar y mirarnos, y conocernos. O también, en este devenir de nuestro nuevo ser, podemos esforzarnos y pasar por todo rápido, sin que duela y sin sentir toda la nueva situación.

Por un lado, yo me tomé la excedencia de la licencia por maternidad y estuve 7 meses con ella. Y me decía en vos alta: son sólo tres meses más de licencia convencional en toda una vida. Y me convencía. Pero transitarlos era muy contradictorio. Empezar a trabajar, si bien lo deseaba, me resultó difícil también pero por lo menos me escapaba por unas horas del mundo de teta, pañal y llanto. Andaba con mi sacaleches a cuesta y no permitía que Luna recibiera ni una gotita de leche de fórmula (hoy esto me causa gracia y ternura). Pero igual no encontraba mi rumbo. Me sentía mal trabajando afuera, me sentía mal en casa. Y ahí tuve que ajustar, revisar, preguntarme quién era, qué quería, poner en práctica prueba y error y fui de a poco buscando cambios. Y me equivoqué, según mis estándares exigentes de lo que sería ser una buena madre, pero por mucho tiempo no me di cuenta.

Luego la vida me puso frente a otras puertas que abrí, entré, miré, me interesaron más y así apareció mi segunda oportunidad y fui de nuevo mamá y con Vicente me escuché más, cuestioné más y profundicé más. Y si bien me llevó bastante tiempo “encontrarme” y conectarme, todo se iba imponiendo ante mí de otra manera (parir en casa no fue en vano, ya me ponía en contacto con otro mundo).

Después del año con Vicente, otras cosas empezaron a moverse y empecé a transitar la escuela de formación de Laura Gutman (1) con todo el trabajo personal que eso implica también y ahí también sufrí más y me encontré cara a cara con la Carolina interna que tapaba agujeros y sombras con mucho movimiento y accionar.

Por suerte con Luna tengo la oportunidad de reparar algunas cosas que no me gustan de las que hice en el pasado. Igualmente y día a día, mis dos hijos me ayudan a seguir creciendo y me ponen frente a diferentes situaciones y aprendizajes.

También hay veces que pienso que la ingenuidad y la no conexión son más fáciles para transitar más livianos. Pero no hay vuelta atrás y la mamá que soy hoy me gusta más que la anterior pero me cuesta horrores. No me es fácil, no me sale fácil. Pero bien vale el desafío.

Y sí creo que a partir del momento que devenimos madres, jamás seremos las mismas. =)




(2)    http://www.ligadelaleche.org.ar/

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